- España necesita que el Gobierno dé el paso por el reconocimiento de las Ingenierías en Informática, creando los órganos de representación de este colectivo y regulando la profesión.
- España ha realizado una gran inversión en formación universitaria poniendo en el mercado más de 130.000 Ingenieros e Ingenieros Técnicos en Informática.
- Ha llegado la hora de exigir la responsabilidad de los proyectos que ejecutan para que la sociedad esté a salvo de las negligencias profesionales.
- Las Ingenierías en Informática son un pilar fundamental para la economía Española del futuro.
- Agradecer a “sus señorías” miembros del Congreso de los Diputados el esfuerzo realizado para comenzar a dar soluciones a un sector estratégico en claro beneficio de la sociedad.
En la tarde del 9 de junio del 2009, se ha dado un paso importante para la normalización de una de las profesiones más importantes en la sociedad del futuro. No se puede estar todo el tiempo hablando de las nuevas tecnologías, de la Sociedad de la Información, de innovación, al margen de los profesionales que la llevan a cabo como lo son los Ingenieros e Ingenieros Técnicos en Informática.
Aunque tarde, y tras muchos años de incesantes intentos por transmitir a nuestros representantes políticos la importancia de la normalización de nuestra profesión, por fin, el Congreso de los Diputados ha entendido que España no puede continuar por este camino caótico, en lo que se está convirtiendo el sector de la Informática y han comenzado a dar pasos para hacer llegar soluciones a nuestro sector.
Si queremos que España deje las posiciones de cola de Europa para ser un referente Europeo en Tecnologías de la Información, y aprovechar una de las masas profesionales mejor preparadas del Continente, se debe crear y regular la profesión. La industria y la sociedad Española no se pueden permitir abandonar a un sector tan en auge y tan importante para el bienestar de los ciudadanos, como para la mejora de la competitividad de nuestras empresas.
La sociedad no puede ni debe seguir permitiendo que todos los días aparezcan en prensa los tan asiduos “fallos informáticos” y se dé por sentado como algo normal que acompaña las nuevas tecnologías, estos y los sistemas informáticos que no llegan a utilizarse por no cumplir con las expectativas, etc. cuestan mucho dinero tanto a empresas como a los ciudadanos con sus impuestos, y a veces vidas humanas. Detrás de cada Sistema Informático, debe exigirse una responsabilidad profesional que asegure la calidad, eficiencia y eficacia de estos sistemas.
Falta, entonces, un par de pasos de vital importancia que requieren mucho menor esfuerzo que el ya realizado, pero que son imprescindibles para dar sentido y rentabilizar la inversión realizada.
El primero consiste en la regularización de la profesión del Ingeniero e Ingeniero Técnico en Informática, ya que es un contrasentido que la ingeniería con mayor número de profesionales sea la única cuyo ejercicio profesional no se encuentre regulado. Regular la profesión supone cerrar el círculo y exigir a esos profesionales que la sociedad ha decidido formar que ejerzan la responsabilidad para la cual su titulación fue creada: que existan responsabilidades en informática del mismo modo que se exigen en otras áreas. Nadie imagina que la responsabilidad de la construcción de un puente no recaiga en un Ingeniero de Caminos, ni que una operación la realice alguien que no sea Cirujano y del mismo modo de los sistemas informáticos deben responsabilizarse los Ingenieros e Ingenieros Técnicos en Informática formados a tal efecto, especialmente cuando las otras dos especialidades citadas, y muchas otras, dependen en un porcentaje elevado de dichos sistemas informáticos. Continuar con la falta de regulación actual es no sólo una falta de responsabilidad sino un desperdicio de la inversión realizada en la formación de dichos profesionales, que no revierte como debería en la sociedad y seguir manteniendo un ingente derroche tanto humano como económico en sistemas informáticos que nunca llegarán a realizar su cometido correctamente.